La princesa que quería escribir

La princesa que quería escribir

La princesa que quería escribir es un título de Beatriz Berrocal Pérez, ilustrado por Daniel Montero Galán y publicado por la editorial Amigos de Papel.

La princesa no quiere un príncipe azul,
ni ir por el castillo con trajes de tul.
Quiere ser distinta, ir a clase, estudiar…
No esperar que alguien la venga a salvar.

En apenas cuatro versos, tenemos el planteamiento de esta historia rimada perfectamente definido. Nos encontramos con una protagonista, la princesa, que debe enfrentarse a todo y a todos en busca de su libertad, que es la llave que le abrirá las puertas de su verdadero sueño: ser escritora. El principal escollo para conseguirlo es su padre, el Rey, que considera que la afición de su hija es una tontería, una pérdida de tiempo. Como princesa que es, el Rey entiende que debe prepararse para desposarse con un príncipe. Un día, harto de que su hija dedique su tiempo a la escritura y de tener que romper sus versos cada mañana, decide salir en busca del pretendiente perfecto. A su vuelta, el monarca anuncia a la princesa que en tres días se casará con el joven príncipe que ha encontrado para ella. Desesperada ante un destino que rechaza, y temiendo convertirse “en una princesa como las de cuento, que tejen tristeza y bordan silencio“, la protagonista se arroja al vacío desde la ventana de la torre. De las nubes llueven miles de letras, que envuelven a la princesa y la dejan en tierra sana y salva. Habiendo presenciado este hecho, el Rey se da cuenta del error que ha cometido, pide disculpas a su hija y le garantiza que a partir de ese.momento estará a su lado para ayudarle a conseguir su sueño.

Nos encontramos con una protagonista que escapa de los roles tradicionales de los cuentos. Alejada de la frivolidad y la banalidad de muchas princesas clásicas, sueña con escribir y dedicar su vida a las letras. Rechaza las riquezas y la vida palaciega, que considera una “jaula de oro“. Es valiente y se enfrenta a su padre y a su destino, para cumplir con su sueño.

La historia de La princesa que quería escribir tiene mucha fuerza. Alcanza su culmen en el salto al vacío desde la ventana de la torre, que algunos lectores asociarán con la idea del suicidio, pero que a nosotros nos evoca el poder de la literatura para llevarnos lejos de nuestra realidad, para hacer que nos evadamos de nuestros problemas. La literatura como fuente de liberación, capaz de transformar la realidad de nuestro entorno: hasta el Rey se da cuenta de que las letras son la vida de su hija y cede en su empeño de desposarla.

Las ilustraciones de Daniel Montero son elegantes, afiladas y estilizadas. Ofrecen una muestra magistral del empleo del color como elemento de ambientación. La oscuridad del entorno que rodea a la princesa, recluida en una jaula que simboliza su futuro cautiverio una vez desposada, contrasta con la viveza de los tonos del paisaje exterior al castillo. Las gamas de colores evocan la soledad de la protagonista, su tristeza o su determinación por cambiar su destino. Se parecían multitud de detalles en los ropajes, los escenarios o en la caracterización de los personajes, que lucen fantásticamente con un aspecto que evoca el estilo caricaturesco. El propio ilustrador define su estilo en una entrevista como “rectiforme espiraloide con manchitas“, y asegura que lo va “puliendo día a día y alguna que otra noche. Este estilo que me define esté en continua evolución y se va adaptando a cada historia”. La técnica empleada para el diseño de ilustración es la acuarela, si bien Montero comenta que también utilizó tinta Quink y lejía, detrás de cuya mezcla se esconde el resultado de los tonos dorados que reflejan algunas de las ilustraciones. El único elemento que desentona en el conjunto, a nuestro juicio, es el empleo de las reglas de caracteres -probablemente las recordaréis de vuestra época escolar- para la lluvia de letras. Quizás una lluvia más heterogénea, con diferentes tipografías y con la imperfección del elemento manual, hubiera reforzado más si cabe esta secuencia del libro.

La edición de Amigos de Papel destaca por la calidad de sus acabados. Está encuadernada en cartoné, tiene un total de 32 páginas y unas dimensiones de 23 x 25 cm. El papel es agradable al tacto y el volumen tiene un tamaño muy adecuado para que los y las peques lo puedan manejar sin problemas. Estamos, en todo caso, ante una historia para niños y niñas a partir de aproximadamente 5 ó 6 años: la profundidad y complejidad del tema que aborda y el simbolismo de algunos pasajes de la historia requiere de un lector con ciertas competencias y juicio reflexivo. Al estar rimada en forma de pareados, también es un texto muy adecuado para que nuestros hijos e hijas se acerquen a sus primeras lecturas poéticas.

Llegados a este punto, huelga decir que os recomendamos encarecidamente La princesa que queria escribir. Si acaso, para reforzar nuestra recomendación, os damos un dato que escapa al hecho puramente lirerario, pero que para nosotros es muy reseñable: la labor social que desempeña Amigos de Papel, una editorial creada en el año 2012 y establecida como Centro Especial de Empleo. ¿Qué significa esto? Que ofrece una posibilidad de inserción laboral a un colectivo de personas con discapacidad, en condiciones justas y con trabajos adaptados a sus capacidades y condiciones particulares. En nuestra reseña de Don Ramón ya os comentamos además que Amigos de Papel cuenta con la colaboración de la Fundación ONCE. Para nosotros, esto supone un añadido de gran valor, que refuerza la satisfacción del acto de compra, ya que nos permite colaborar con un proyecto tan bonito como necesario.

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